La innovación dentro de las empresas depende del giro que manejen; sin embargo, la disposición de los empleados a innovar dentro de sus áreas de trabajo es un ambiente que cualquier compañía puede propiciar, sin importar la industria a la que pertenezca.
Cómo propiciar una cultura de innovación
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) define la innovación empresarial como la introducción de un nuevo —o mejorado— producto, bien, servicio, proceso o modelo organizativo en las prácticas internas de la empresa o en sus relaciones exteriores.
Por ello, una cultura de innovación en cualquier empresa empieza en los puestos directivos y debe estar basada en una estrategia con reglas claras y métodos simples; de esta forma, el compromiso directivo con las ideas y sus resultados es fundamental.
Si bien es cierto que fomentar la creatividad de los empleados para que den ideas nuevas resulta muy significativo, es igual de importante desarrollar esas ideas a través de metodologías; ver cómo se adoptarán esas ideas y crear un plan de negocio para llevarlas al mercado, y que puedan hacerse tangibles, es entonces tarea imprescindible para que den resultados.
Tipos de innovación
Iniciativa individual. Hace referencia a la capacidad de la organización de crear una cultura que propicie la creatividad de los trabajadores y poner en marcha sus ideas o proyectos. Un ejemplo sería Google, que cuenta con programas específicos para la innovación individual, ofreciendo a los empleados la posibilidad de dedicar 20% de su jornada laboral a sus propias propuestas.
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Mejora de los procesos. Es el esquema de innovación más común. Trata sobre la introducción de novedades en los productos, servicios o procesos, sin modificar la actividad de la compañía o el modelo de negocio. Un ejemplo claro son los modelos de iPhone que lanza Apple.
Innovación continua. En este caso, la innovación se produce mediante la incorporación de nuevas líneas de negocio, a partir de una revisión constante de la compañía.
Es posible que la innovación continua termine con una modificación integral en cuanto a la actividad empresarial, como ocurrió con Nokia que fabricaba papel antes de vender teléfonos móviles.
Ventajas al generar una cultura innovadora
Las empresas que logran la innovación mejoran sus productos y servicios, incrementan su competitividad e incluso parten con ventaja para posicionarse como líderes del mercado.
Motivar la innovación interna ayuda a aumentar el compromiso de los empleados y su ambición de desarrollo profesional; igualmente, favorece a su creatividad e impulsa el apoyo entre equipos.
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Lo que impide una cultura de innovación
De acuerdo con un estudio de la consultora Watch&Act, los miedos a la innovación proceden de los directores y mandos intermedios, a quienes suelen exigir un alto nivel de calidad, eficiencia y rentabilidad en sus acciones.
El temor se debe a que la innovación implica realizar cambios, lo que obliga a modificar sus procesos y decisiones; también, representa riesgos que muchas compañías no están dispuestas a asumir, no obstante, son pocas las empresas que se ven perjudicadas tras dar el paso.
De ahí la importancia de fomentar la creatividad de los empleados y una cultura que asimile el error como método de aprendizaje, para que tanto trabajadores como directivos pierdan el temor a equivocarse; de hecho, el miedo al fracaso suele ser una de las principales limitaciones para la innovación y el desarrollo interno
Para aligerar la presión que pueden provocar los cambios, se recomienda que los nuevos procesos y reglas sean aceptadas por toda la empresa, que combine acciones de bajo riesgo con otras de alto riesgo y que, en todo momento, priorice estas acciones y las recompense, independientemente de su resultado.
Estas prácticas ayudan tanto a la retención de talento como al proceso de reclutamiento y selección de personal, ya que es natural que las personas deseen trabajar en compañías que innoven. Además, frenar el espíritu emprendedor y creativo de los empleados resulta en pérdidas para las compañías, ya que esos trabajadores, que inicialmente podrían haber sido innovadores, tienden a transformarse en frenos, lo que aumenta la rigidez de las empresas e impide la flexibilidad necesaria para adecuarse a los cambios.
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